miércoles, 5 de mayo de 2021

De Contorgan a Arizona. La odisea de un pastor casín

La emigración casina sintetizada en aquel dicho de “zurrón o maleta” tiene en este relato uno de sus rasgos mas singulares. El oficio de pastor en la montaña cantábrica sin duda es duro, pero cuesta imaginarlo a miles de kilómetros de distancia de tu hogar y los tuyos, agravado por el desconocimiento del idioma, la larga aclimatación a una sociedad completamente distinta y entonces bastante más desarrollada, y hacer frente a la soledad en paisajes infinitos Hacia finales de la década de 1940 la escasez de mano de obra tras la Segunda Guerra Mundial precipitó a la industria ovejera de los Estados Unidos a una grave crisis, acuciada además por una restrictiva ley de inmigración. El entonces poderoso lobby de los rancheros presionó para que se hicieran algunos cambios en la Ley, ya que querían pastores cantábricos por su gran entrega y profesionalidad en el trabajo, tal y como venían demostrando desde hacía más de cien años. Fue entonces cuando el gobierno americano abrió una oficina en su Consulado de Bilbao por la que se canalizarían todos los contratos de pastor. Hasta 1966, 1.283 pastores salieron para América a través de la Western Range Association Company, no siendo la única que los contrataba. Varios miles de pastores vascos, leoneses, cántabros y asturianos marcharon a trabajar a los estados de Nevada, California, Utah, Wyoming, Arizona y a los estados del Oeste donde existían por esos años millones de ovejas. Fueron bastantes los que escogieron ese lejano destino, saliendo de nuestro concejo, pero vamos a contar la historia de uno de ellos, con su testimonio directo, Juan Amable Calvo, de Caleao. Diríamos que el comienzo de la aventura se sitúa en Rioseco, donde Arturo dueño de un conocido bar, y taxista, tenía una especie de corresponsalía de contratación, y un año antes ya había preparado los papeles a su hermano Higinio, al que mandó a California.
Era el momento álgido de la construcción del pantano de Tanes, y cientos de trabajadores desarrollaban sus trabajos por aquellos parajes de Cuevallongues, a la vez que el pueblo de Rioseco era un hervidero de bares, con cerca de veinte, que muchos de ellos tenían horario ininterrumpido para atender aquel aluvión de sedientos obreros con dinero caliente y predispuestos a gastarlo. Uno de esos trabajadores debió tentarle mas la aventura americana, que el trabajo en el pantano, porque se apuntó con Juan a probar suerte al oeste que vemos en las películas. El caso es que Arturo los llevó hasta Bilbao, donde el consulado americano los proveyó de papeles para Arizona, y a continuación fueron en tren a Madrid, de allí al aeropuerto, donde un avión los trasladó a Nueva York, y otro directamente a Arizona.
Quiero imaginarme aquellos dos infelices, que apenas habían salido de sus pueblos, en aquel periplo transoceánico, en la inmensidad de aquellos aeropuertos, y logrando al fin llegar a su destino. En Arizona ya estaba uno de los encargados esperándolos. Como si de mercancía se tratara, los subió al coche y se dirigió en un largo viaje al rancho, al que llegaron a las dos de la madrugada. Poco tiempo para descansar, a las cinco ya los levantaron para repartirlos por los diferentes rebaños que tenían por aquellos territorios. Era época de paridera, asi que tuvieron que ir directamente a la faena sin darles margen para aclimatarse.
El rancho estaba como a una hora de Phoenix, donde existía una base militar. -Nuestro trabajo era ininterrumpido, solo parábamos cuando una furgoneta nos traía la comida, nos cuenta Juan en primera persona. No existían descansos ni domingos, ni por supuesto intención de pagarnos, porque a los tres meses reclamamos nuestro sueldo, y nos dice uno de los dueños que no habíamos trabajado lo suficiente, y lo que ponía el contrato, que ni caso le hacía. Mi compañero sin poder contenerla rabia le asestó un puñetazo que acabó con el encargado por los suelos, amenazándonos con que nos iba a denunciar a la policía federal. Por suerte al dia siguiente su hermano se disculpó y nos pagó lo que nos debía. Pero no estábamos a gusto. Mi compañero se marchó y llegó a mis oídos que se había matado en un accidente, asi como otro chaval de La Infiesta, cerca de La Felguerina.
Algún caso se dio, de matar a los pastores, para evitar pagarles. No estábamos ilegales, pero nadie notaria nuestra falta si desaparecemos. Las montañas de Flagstaff, Arizona donde cuidaba los rebaños era una zona desértica, y tenías que cuidarte mucho de serpientes y escorpiones, de vez en cuando merodeaba algún oso. Por eso íbamos armados. Pero eran periodos de varios meses de soledad y aquello se me hacía eterno. Ya en la montaña teníamos un caballo y seis burros, allí Mario, mi compañero, era el que cuidaba las ovejas y yo con el caballo y los burros movía el campamento de una parte para otra, y buscaba el agua y cocinaba, en ese lugar estuvimos hasta que empezó a nevar que ya nos volvieron para el rancho. Alguna situación peligrosa me tocó vivir, Ahora que dices, bandidos si los hubo, en el desierto pase unas noches sin dormir, pues recuerdo que al segundo día empezó un helicóptero a dar vueltas, y al otro día cuando llegó el dueño a traerme comida, me pregunta que si no vi a un fugitivo que se les había escapado a la policía ,y esa noche como a las dos, siento algo moviendo la caravana, y casi me “cago” por qué me habían llevado el rifle y estaba desarmado, y esperé y vi que no trataban de abrir la puerta, y me da por mirar por la ventana y era una vaca que andaba por allí, y se estaba arrascando, pero si lleve un buen susto.
Yo había decidido marcharme, pero no era muy fácil. En ese tiempo yo ya tenía a mi hermano viviendo en Tampa, y empezé a pensar como yo podía irme para allá, y como al año y medio lo decidí, y por mediación de uno de Santander que había trabajado en el rancho y se casó para resolver los papeles ,un día que lo ví se lo dije, y me dijo que sí, que él me ayudaba, así que le dí el dinero y me sacó el pasaje, y un viernes por la madrugada me recogió, y el sábado me fugué para Tampa .Y aquí si pase unos años un poco difíciles, aunque tenía a mi hermano qué estaba ilegal, pero bueno ya conocí a la que hoy es mi esposa, nos casamos y ella me reclamo la residencia, y ya después no me puedo quejar, nunca me faltó el trabajo y formé una familia . Por eso que cuando uno emigra aveces se pasan momentos difíciles, y lo que nunca se te olvida son los verdes de tu tierra, y aquellas humildes cabañas de La Acebal ó Xulió ó La Robre, que valen mas sus piedras que todo lo que pueda contener Arizona ó Idaho.
¡Vamos, ni comparación ¡