jueves, 23 de diciembre de 2021

Ventana al humo y al carbón

Conocí a Angel Alonso en la celebración del centenario de la Campurra, Agosto de 1921, que el ayuntamiento de Laviana programó una serie de actos, entre ellos una exposición fotográfica, en la que colaboramos varias personas que teníamos fotos antiguas, asi como unas charlas, y la edición de un pequeño libro escrito por Paco Trinidad, al que le pedimos perdón por usurparle el título para este artículo, coincidente con el suyo, narrando la historia de aquel trenecillo que envuelto en humo recorría los parajes de Laviana llevando a rastro unas vagonetas cargadas de carbón, aunque yo el recuerdo que tengo grabado, es cuando Nalon arriba y abajo aplicaba toda su fuerza en tirar por las mismas vagonetas, pero con un destartalado vagón de madera atestado de gente, que subían y bajaban en marcha como si de una atracción de feria se tratase, llegando a su destino, Rioseco, desde Laviana, donde ponía término a su viaje en la casa que hacía de estación, y que lucía orgulloso el nombre del pueblo adosado a una de sus paredes, en la que por cierto hay un proyecto de realizar un gran mural con la imagen de aquella legendaria Campurra, que ocupe la totalidad de la medianera.
< Angel, era el que alimentaba aquella insaciable caldera con paletadas de carbón. Angel era el fogonero, como el dice orgulloso de haber desempeñado aquel trabajo durante años. Por eso ahora que lo recuerdo en aquel trenecillo turístico con el que dimos una vuelta por la villa de Laviana, con ropa de domingo y boina limpia, durante los actos del centenario, trato de imaginarlo en lo reducido del espacio de aquella otra máquina, de nombre Rioseco, sudoroso y con la cara negra del carbón y del humo, de ahí el título que le pusimos a este documental, como el libro de Paco, que intentamos refleje de su propia voz, un tiempo que solo los mas viejos conocimos, y que Palacio Valdés pone en boca de uno de los protagonistas de su novela La aldea perdida “ Por fin silbó, sí, silbó la locomotora ¡ Dios la bendiga ¡ por encima de Entralgo. Cruzó soberbia, abriendo enorme brecha en los castañares que lo señoreaban, taladró con furia a Cerezangos, aquel adorado retiro del capitán, y siguió triunfante, vomitando humo y escorias, hasta Villoria.” Aunque no sea contemporánea en las fechas si nos da una idea de lo que podía ser un tren de vapor cruzando villas y pueblos, atravesando el Nalon por puentes inverosímiles, sufriendo accidentes y descarrilamientos que solventaban hombres de la fortaleza de Angel, y la pericia de Vicente Laviana, entre otros maquinistas, a cargo de aquel amasijo de hierros que el vapor de la caldera empujaba por los diminutos carriles, que talmente parecían de juguete.
La vida de Angel daría para una buena novela, pues le tocaron tiempos difíciles, y ya van quedando pocos libros abiertos donde saciar nuestra curiosidad, desde la memoria de uno que los vivió, y que con gran generosidad se presta a abrirnos esa ventana a un pasado que ya pocos conocieron. De todo eso queríamos hablar con el último fogonero de la Campurra, y precisamente en las ruinas de la soberbia construcción que tuvo que ser imponente en aquellos años, que un visionario como Cándido Blanco levantó en las orillas del Nalón. El sol otoñal nos acompaña, tiñendo de oro los árboles y matorrales del Condado, el pueblo de Angel, y todavía se aprecian bajo el verde de la yerba, la marca de los carriles donde máquina y vagones entraban en aquel espacio, que disponía de fragua, carpintería, pozo de agua y taller mecánico. Lo necesario para recomponer cualquier incidencia en aquel tren multiusos, que igual llevaba mineral de Llaimo, que viajeros, y toda clase de animales en un vagón especial para ellos. Los jueves, había tren con jardinera, y gloria daba ver el ambiente delante del hotel Don Felix, de Rioseco, con la gente esperando para montarse y bajar a Laviana, con la peseta del billete preparada para pagar, mientras Angel apuraba el vino en el concurrido bar de Regina.
De todo eso nos habló nuestro fogonero, que afortunadamente goza de excelente salud pese a sus 85 años y lo que mas me admira, la excelente memoria y la buena capacidad descriptiva que hace la charla con él un auténtico placer. Gracias a José Luis, por hacer de enlace y conseguir esta entrevista, y gracias a Juan Sancho por plasmarla en imágenes. Fue posiblemente el último testimonio de una profesión y una etapa histórica con la que convivimos los que somos de mi generación o algo anterior. Tenía verdadero interés en escucharle, y aunque llevaba algo de guion escrito, la verdad que no me hizo falta, ya que Angel narraba fluidamente todas las peripecias de su actividad en La Campurra, incluso echos ajenos a ese trabajo, pero que formaban parte de sus recuerdos, en unos años donde la vida no te lo ponía fácil. Ahora solo nos queda disfrutar de este documento gráfico donde nuestro improvisado actor actúa en los escenarios de su vida laboral. Esta grabado con un mobil, asi que ser indulgentes con la técnica. Quedaros con el contenido. https://studio.youtube.com/video/_Vp08Jw7rEk/edit

sábado, 3 de julio de 2021

Las tierras de Martin Diaz de Prado

Nos faltaría añadir Prado. Las tierras de los Prado. Una de las familias mas poderosas de la montaña oriental leonesa. El empeño de un grupo de entusiastas amigos, principalmente casinos, con el apoyo del Grupo de Investigación histórica Los Bribones, nos ha llevado a tratar de reconstruir los territorios y lugares por donde trascurrió la vida de Martin Diaz de Prado, allá por el siglo XII. La razón de nuestro interés es porque lo creemos nacido en Nieves, un escondido pueblo del concejo de Caso, y principalmente por el enorme poder que detentó en este concejo, con los señoríos por concesión real de Alfonso VII en 1142, de Tarna, para que hiciera un hospicium transeuntibus. En 1146, todas las tierras desde Velerda al collau Castiellu. Con posesiones en Los Cobos, Soto, Veneros, y tierras en Nieves, pertenecientes a abuelos y padres, según una transcripción del latin de un documento del cartulario de Eslonza - Abuelo y mis padres- de ahí nuestra creencia de ser natural de este pueblo. Luego en la montaña leonesa, antaño territorio vadiniense, tuvo posesiones cerca de La Uña, donde se criaban los caballos de las caballerizas reales. Curiosamente, después de mil años, se siguen llamando aquellos prados entre Valdosin y Riosol, Martin Diaz.
Nuestra expedición hubiera sido menos trascendente si no hubiéramos contado con la inestimable ayuda y conocimientos de Siro Sanz, discípulo aventajado de ese gran sabio que es Eutimio Martino, el hombre que mejor conoce ese territorio leones.
Él tuvo la deferencia de acompañarnos a los lugares donde la familia Prado tenía sus señoríos y palacios. Pueblos donde las piedras respiran historia por todos sus costados, aunque nos causó dolor ver el expolio que se cometió en esos edificios, que en su día fueron de los mas importantes de la provincia leonesa, despojándolos de sus portadas, que hoy lucen en la capital leonesa, y otros pueblos, y recintos monacales de muchos siglos de antigüedad, como San Guillermo de Peñacorada, lugar de entierro de los Prado, en tierras de su señorío de Valdetuejar
. Antes se llamó Santa Juliana y Santa Maria, solo a partir de 1190 paso a llamarse S. Guillermo. Hoy a duras penas se mantienen unos lienzos de sus paredes, y sus piedras fueron a parar a muros e iglesias como la de la virgen de la Velilla, en La Mata de Monteagudo. Este monasterio pertenecía a la orden de San Benito, dependiente de Sahagun, y patrón de la villa de Cistierna. Ya existía en el siglo IX, y fue muy beneficiado por los Prado.
Tanto este monje, San Guillermo, huido del “terror sarraceno” que invadía las tierras mesetarias, como sus muchos seguidores atraídos por la fama de su santidad, se congregaban en una pequeña capilla tal vez construida en época visigoda dedicada a la Virgen de los Valles, entonces conocida como “Santa María de Vallulis” .Hay documentos que testimonian la existencia de esta ermita, en el valle del Tuejar, donde tuvo lugar la aparición de la virgen, y construida por D. Diego de Prado en 1470 para dar gracias a virgen por la sanación de su mujer, en un hecho que se califica de milagroso, Esta visión idílica del “señor de Renedo” no parece concordar con el retrato histórico del linaje de los Prado: hombres déspotas, duros y exigentes hasta la crueldad: no olvidemos que el valle del Tuéjar se le conocía como “El Valle del hambre Ramon Gutierrez, historiador de Prioro, y que publicó un libro sobre esta familia de los Prado, menciona que en 1171, este Martin Diaz hace donación al monasterio de Eslonza de todas sus posesiones en Caso, y en otros lugares de su pertenencia de la provincia leonesa, como el pueblo de Ferreras del puerto, uno de los primeros donde habitó junto a su mujer Maior Fernandiz, asi como la villa de Albires, donde también tuvo señorío, junto con Anciles.
Un descendiente del mismo nombre, les dona a los monjes benedictinos y les da orden de que quiere ser enterrado junto al evangelio y acompañando a sus antepasados, pues aunque no es el primer Martin Diaz que suponemos iniciador de la saga, si menciona ser enterrado junto a sus ancestros, por lo que creemos despejada la duda de su enterramiento, y creemos certera la de su nacimiento en Nieves ó Bueres. Otro Martin Diaz quiso enterrarse en el monasterio de Sta Mª de Gradefes, donde podemos contemplar su sarcófago en piedra. En este último lugar dejo escrito en su testamento al que pudimos acceder, y que Alejandro Calvo, un gran estudioso leones nos dice “Hemos visto un pergamino curioso fechado en 1356, que hace alusión al Caballero llamado Martín Diez de Prado, el cual disponía que a su muerte fuesen traídos los restos mortales a este Monasterio y enterrados en él, poniendo, dice, un monimiento de piedra con sso lociello-“ Por eso Eslonza ejerció tanto poder en el concejo casin, y sus monjes recorrieron durante muchos años el milenario camino vadiniense, dispuestos a cobrar los diezmos y rentas de las posesiones que les donó nuestro poderoso vecino, que pensaría franquear sin problemas las puertas del cielo, gracias a ese generoso y desprendido gesto. Ese mismo camino lo recorrimos nosotros, que aunque breve es uno de los tramos mas hermosos del viejo camino vadiniense, con una profunda entalladura en roca viva, en el lugar de La Entrecisa.
De aquel poder, nada queda mas que algunas piedras, que restauradas forman las antiguas murallas del palacio de Renedo de Valdetuejar, la casa de Villaroel en el el mismo pueblo, con su escudo, y la Torre nueva, en la Mata de Monteagudo. Un amplio despliegue de escudos nobiliarios y arcos que ennoblecen las antiguas casas del valle del Tuejar En un abrevadero de La Mata de Monteagudo, compartiendo muro con otras piedras anónimas, está el mas humilde escudo de armas de los Prado, con sus roeles comidos por la maleza, como escondido por la vergüenza de haber sido tan poderoso y acabar en un pilón de agua donde beben las vacas.
Esta es a grandes rasgos la historia casi desconocida de un personaje que fue muy importante en Caso. Nos propusimos desentrañar mientras fuera posible esas incógnitas de su nacimiento y muerte. Hasta donde los documentos de historiadores de prestigio y cartularios nos mostraron, estás son nuestras conclusiones que ponemos en esta crónica.
Juanchi Estrada Nacho Lago Ismael Mendez y Monchu Calvo Equipo Los Bribones de Laviana Infografia en 3D https://sketchfab.com/3d-models/torre-vieja-de-la-mata-de-monteagudo-leon-0aedb5b4f7be4a68b9c554f4fd8485e3 https://sketchfab.com/luiscoya/collections/epigrafias-y-piezas-arquitectonicas-reutilizadas https://sketchfab.com/luiscoya/collections/el-senorio-de-prado-en-valdetuejar-leon Luis Coya Bezanes (Caso)

miércoles, 5 de mayo de 2021

De Contorgan a Arizona. La odisea de un pastor casín

La emigración casina sintetizada en aquel dicho de “zurrón o maleta” tiene en este relato uno de sus rasgos mas singulares. El oficio de pastor en la montaña cantábrica sin duda es duro, pero cuesta imaginarlo a miles de kilómetros de distancia de tu hogar y los tuyos, agravado por el desconocimiento del idioma, la larga aclimatación a una sociedad completamente distinta y entonces bastante más desarrollada, y hacer frente a la soledad en paisajes infinitos Hacia finales de la década de 1940 la escasez de mano de obra tras la Segunda Guerra Mundial precipitó a la industria ovejera de los Estados Unidos a una grave crisis, acuciada además por una restrictiva ley de inmigración. El entonces poderoso lobby de los rancheros presionó para que se hicieran algunos cambios en la Ley, ya que querían pastores cantábricos por su gran entrega y profesionalidad en el trabajo, tal y como venían demostrando desde hacía más de cien años. Fue entonces cuando el gobierno americano abrió una oficina en su Consulado de Bilbao por la que se canalizarían todos los contratos de pastor. Hasta 1966, 1.283 pastores salieron para América a través de la Western Range Association Company, no siendo la única que los contrataba. Varios miles de pastores vascos, leoneses, cántabros y asturianos marcharon a trabajar a los estados de Nevada, California, Utah, Wyoming, Arizona y a los estados del Oeste donde existían por esos años millones de ovejas. Fueron bastantes los que escogieron ese lejano destino, saliendo de nuestro concejo, pero vamos a contar la historia de uno de ellos, con su testimonio directo, Juan Amable Calvo, de Caleao. Diríamos que el comienzo de la aventura se sitúa en Rioseco, donde Arturo dueño de un conocido bar, y taxista, tenía una especie de corresponsalía de contratación, y un año antes ya había preparado los papeles a su hermano Higinio, al que mandó a California.
Era el momento álgido de la construcción del pantano de Tanes, y cientos de trabajadores desarrollaban sus trabajos por aquellos parajes de Cuevallongues, a la vez que el pueblo de Rioseco era un hervidero de bares, con cerca de veinte, que muchos de ellos tenían horario ininterrumpido para atender aquel aluvión de sedientos obreros con dinero caliente y predispuestos a gastarlo. Uno de esos trabajadores debió tentarle mas la aventura americana, que el trabajo en el pantano, porque se apuntó con Juan a probar suerte al oeste que vemos en las películas. El caso es que Arturo los llevó hasta Bilbao, donde el consulado americano los proveyó de papeles para Arizona, y a continuación fueron en tren a Madrid, de allí al aeropuerto, donde un avión los trasladó a Nueva York, y otro directamente a Arizona.
Quiero imaginarme aquellos dos infelices, que apenas habían salido de sus pueblos, en aquel periplo transoceánico, en la inmensidad de aquellos aeropuertos, y logrando al fin llegar a su destino. En Arizona ya estaba uno de los encargados esperándolos. Como si de mercancía se tratara, los subió al coche y se dirigió en un largo viaje al rancho, al que llegaron a las dos de la madrugada. Poco tiempo para descansar, a las cinco ya los levantaron para repartirlos por los diferentes rebaños que tenían por aquellos territorios. Era época de paridera, asi que tuvieron que ir directamente a la faena sin darles margen para aclimatarse.
El rancho estaba como a una hora de Phoenix, donde existía una base militar. -Nuestro trabajo era ininterrumpido, solo parábamos cuando una furgoneta nos traía la comida, nos cuenta Juan en primera persona. No existían descansos ni domingos, ni por supuesto intención de pagarnos, porque a los tres meses reclamamos nuestro sueldo, y nos dice uno de los dueños que no habíamos trabajado lo suficiente, y lo que ponía el contrato, que ni caso le hacía. Mi compañero sin poder contenerla rabia le asestó un puñetazo que acabó con el encargado por los suelos, amenazándonos con que nos iba a denunciar a la policía federal. Por suerte al dia siguiente su hermano se disculpó y nos pagó lo que nos debía. Pero no estábamos a gusto. Mi compañero se marchó y llegó a mis oídos que se había matado en un accidente, asi como otro chaval de La Infiesta, cerca de La Felguerina.
Algún caso se dio, de matar a los pastores, para evitar pagarles. No estábamos ilegales, pero nadie notaria nuestra falta si desaparecemos. Las montañas de Flagstaff, Arizona donde cuidaba los rebaños era una zona desértica, y tenías que cuidarte mucho de serpientes y escorpiones, de vez en cuando merodeaba algún oso. Por eso íbamos armados. Pero eran periodos de varios meses de soledad y aquello se me hacía eterno. Ya en la montaña teníamos un caballo y seis burros, allí Mario, mi compañero, era el que cuidaba las ovejas y yo con el caballo y los burros movía el campamento de una parte para otra, y buscaba el agua y cocinaba, en ese lugar estuvimos hasta que empezó a nevar que ya nos volvieron para el rancho. Alguna situación peligrosa me tocó vivir, Ahora que dices, bandidos si los hubo, en el desierto pase unas noches sin dormir, pues recuerdo que al segundo día empezó un helicóptero a dar vueltas, y al otro día cuando llegó el dueño a traerme comida, me pregunta que si no vi a un fugitivo que se les había escapado a la policía ,y esa noche como a las dos, siento algo moviendo la caravana, y casi me “cago” por qué me habían llevado el rifle y estaba desarmado, y esperé y vi que no trataban de abrir la puerta, y me da por mirar por la ventana y era una vaca que andaba por allí, y se estaba arrascando, pero si lleve un buen susto.
Yo había decidido marcharme, pero no era muy fácil. En ese tiempo yo ya tenía a mi hermano viviendo en Tampa, y empezé a pensar como yo podía irme para allá, y como al año y medio lo decidí, y por mediación de uno de Santander que había trabajado en el rancho y se casó para resolver los papeles ,un día que lo ví se lo dije, y me dijo que sí, que él me ayudaba, así que le dí el dinero y me sacó el pasaje, y un viernes por la madrugada me recogió, y el sábado me fugué para Tampa .Y aquí si pase unos años un poco difíciles, aunque tenía a mi hermano qué estaba ilegal, pero bueno ya conocí a la que hoy es mi esposa, nos casamos y ella me reclamo la residencia, y ya después no me puedo quejar, nunca me faltó el trabajo y formé una familia . Por eso que cuando uno emigra aveces se pasan momentos difíciles, y lo que nunca se te olvida son los verdes de tu tierra, y aquellas humildes cabañas de La Acebal ó Xulió ó La Robre, que valen mas sus piedras que todo lo que pueda contener Arizona ó Idaho.
¡Vamos, ni comparación ¡