jueves, 2 de diciembre de 2010

La ultima mirada



Este miercoles se ha muerto una compañera entrañable. Durante mas de trece años, acompaño mis andares y fué testigo de penas y alegrias en mi casa. Jugó con unos y con otros hasta el aburrimiento, sin poner nunca una distancia. Nos conocía creo como nadie, por ese sexto sentido que tienen algunos seres vivos, de percibir lo que el ser humano no capta, pero ellos sí. Creo que sabia tanto de fotografía como yo, porque me acompañaba a todos los sitios, y a veces la usaba para colocarla como referencia en alguna medición de luz complicada, sin que ella se molestara por ello. Quizás al final me hizo la "putada" de participar de forma activa en su final, ya que al deteriorarse su salud de forma terminal, tuve que acompañarla en su " último paseo" y mantener su cabeza entre mis manos, mientras el líquido que le suministraban la iba sumiendo en un sueño del que ya no despertaría, ó quizás sí, ¿ quien lo sabe? Sus ojos hacia tiempo ciegos, se dirigian a mi cara, guiados por mi aliento, posiblemente, porque en aquel lugar no habia palabras, solo una trístisima despedida a alguien a quien quisimos mucho todos los de mi familia, incluidos amigos, porque por todos se hacia querer. Os hablo de mi perra,Dana.
Quisiera si me lo permitis dedicarle este poema :

Llanto por la muerte de Dana

”Ladrándole a la muerte,
como antes a la luna y al silencio,
mi perra abandonó la casa de su cuerpo,
y se fue tras de su alma
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado.

La hemos llorado mucho...”
Y, ¿por qué no?
yo también la he llorado;
la muerte de mi perra sin palabras
me duele más que la del perro que habla,
y engaña, y ríe, y asesina.
Mi perra siendo perra, no mordía.
Mi perra no envidiaba, ni mordía.
No engañaba, ni mordía.

Mi perra era corriente,
humilde ciudadana del ladrido-carrera,
mi perra no tenía argolla en el pescuezo,
ni listón ni sonaja,
pero era bullanguera, enamorada y fiera.
“Ladrándole a la muerte,
como antes a la luna y al silencio,
el perro abandonó la casa de su cuerpo
y se fue tras de su alma –los perros tienen alma:
un alma mojadita como un trino-
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado...”
Hay en esta triste tristeza en que me hundo,
la muerte de mi perra sin palabras
me duele más que la del perro
que habla,
y extorsiona,
y discrimina,
y burla;
mi perra era corriente,
pero dejaba un corazón por huella;
no tenía argolla ni sonaja,
pero sus ojos eran dos luceros;
no tenía listón en el pescuezo,
y por no tener, renunció a su cola
y era la paz de sus orejas largas y caidas
dos lenguas
de diamantes.



La quietud sujetó con recia mano
la pobre perra inquieta,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.

Sus ojos mansos
no clavarán en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina reposará.

Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?


¡El otro mundo!
¡Otro...otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanqueaban los serenos árboles
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran...
¡el otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!


Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?


Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre Dana,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?


La lengua de tu alma, pobre amiga,
¿no lamerá la mano de mi alma?

El otro mundo!
¡Otro... otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre Dana,
a sumergir tus ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quién fue tu ideal, tu dios, tu gloria!


Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!
¡El otro mundo es del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!

¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!


¿No volveré a encontrarte, mansa amiga?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesta la cabeza?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú misma
dueña de ti, viviendo vida eterna?

Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?

Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mi soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.

¡Si supieras, mi perra,
qué triste esta tu dios porque te has muerto!

¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos ciegos
en mis ojos clavados
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.

Y tus pupilas tristes y apagadas
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿A dónde vamos mi amo?
¿A dónde vamos?

Mientras, el líquido que pusieron en tu sangre

para ayudar que el postrer momento fuese breve

iban cerrando tus ojos lentamente.

Sobre ellos mis manos temblorosas

acariciaban la ternura

escuchando tus últimos latidos, solamente.
/>





Descansa en paz, mi pobre compañera,
descansa en paz, más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.

Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿a dónde vamos?



Para Dana

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