jueves, 1 de septiembre de 2022

Andar a Ablanes

Berta Suárez. ‌ Cuando "andar a ablanes" formaba parte de la subsistencia de las familias campesinas del Alto Nalón, Kiko el de Josefa "uncía el carru y les vaques" y se iba con toda familia a sus "praos", de más de 100 "parres" algunos de ellos. No perdonaba este cantero de profesión que dejasen una "ablana" sin coger, y era capaz a tirar otra vez de "gavita" si veía aunque fuese un solo "garapiellu" olvidado en la rama más alta. Después, había que arrodillarse para "rebuscar" los frutos que habían quedado en el suelo. Para finalizar la tarea, se cortaban para leña "les ablanares" con el tronco de más diámetro, y se comía la merienda, siempre de productos tan sencillos como naturales. "Sabía tó a gloria", me cuentan por aquí. Volverían no tardando mucho a "solmenar" los manzanales, preludio de un tiempo otoñal de recogida de más cosechas. En el invierno, Kiko continuaría construyendo muros de piedra autóctona para las casas en diversas aldeas de la zona y Josefa se quedaría a cargo de hacienda, animales y personas, y "turrando" la parte de la recogida que no vendían, para ofrecer a las amistades y hacer "casadielles" en Navidad. Comienza por Sobrescobio y Casu el "tiempu de les ablanes", pero casi es un hobby ahora lo de poner la "fardela" y recoger ese fruto seco del color de algunos ojos. Por lo demás, el envoltorio de "les ablanes", los garapiellos, es posible que nos recuerden a nuestro propio hogar, ese refugio donde estamos juntos y protegidos, pero cada quien en su universo particular, todos tan distintos, aunque siempre cercanos y dispuestos a protegernos

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