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Una matanza en el fragor de Los Beyos
Tiempos duros, los que duro la posguerra. Hoy
con el paso de los años, tendemos a olvidar unos hechos que marcaron
profundamente a una generación de españoles que los tuvieron que vivir en sus
carnes. Dicen que hubo mas muertos en los años posteriores a la terminación de
la guerra, que en ella misma. Solo conocemos
los testimonios que poco a poco van saliendo a la luz, pero quizás nunca se
llegue a saber el verdadero alcance de aquella lucha fraticida que tiño a
nuestro país de vergüenza y de odio entre hermanos y vecinos. En uno de mis
viajes al concejo hermano de Ponga, escuche este relato a uno de los “viejos”
que todavía quedan en el pueblo. Previamente ya lo había narrado a un
historiador que se lo solicitó para un libro sobre los del “monte”, como eran
llamados los que huían por su pasado político ó por delaciones. La vida que les
esperaba, era ciertamente infame. Más propia de alimañas que de hombres. Sin
refugio, ni comida, huyendo constantemente para no ser atrapados, porque eso
significaba la muerte inmediata. Era una situación donde el terror amedrentaba
a muchos pueblos, en gran parte de los casos sin saber ni participar en
ideologías políticas, como las de muchos de aquellos hombres que después de
haber perdido la guerra todavía tenían que seguir luchando, sin apoyo ninguno,
para al final ir cayendo bajo las balas uno a uno, acorralados y hambrientos, y
en el peor de los casos, sufriendo tortura para morir. En algunos procesos sus
familiares directos pagaron con su vida el no delatarlos. Esto es un retazo de
aquellas existencias que hoy nos
sobrecogen.
Rincon de Viboli
Una historia de muertos y guerra. Ocurrio en
Viboli y Viegu, y es cierta como la propia vida.
Cuatro muertos en Viego
Corre el mes de octubre del año 47, los atrasados pueblos
de las montañas de Asturias luchan contra la escasez y los rescoldos de la
guerra reciente. Cuatro “fugaos”, Cándido, Josepón, el Rubio de la Inverniza y Abelardo de La Matosa, pasan de los montes
de León a lo profundo de Los Beyos. El 17, se acercan al recóndito pueblo de Viboli,
y atracan el bar del pueblo.
Al día siguiente se acercan a Viego, pueblo cercano. Van
con la intención de coger las armas de algún cazador. Cándido y El Rubio,
cuando ya oscurecía, se quedaron en una cabaña en la que fueron metiendo a
todos los pastores que encontraban por el camino, mientras Josepon y Abelardo
cogieron al indiano Jaime Bulnes, y lo cachearon quitándole ocho mil pesetas
que llevaba encima. Jaime Bulnes no siguió los consejos de su madre, que, al
salir de casa a ver el ganado le advirtió: - No salgas con dinero, que ayer los
del “monte” atracaron en Viboli.
Jaime se rió: - sabe Dios donde estarán ya
- Quien le iba a decir que allí mismo.
Le preguntó quien del pueblo tenia dinero. Contesta, que
nadie, que todos en el pueblo son pobres como ratas. No conforme con la
contestación, los dos guerrilleros le obligan a indicarles cual era la casa de
Julio, el alcalde. Por el camino se encontraron con el padre de este, Hilario,
al que también llevan por delante a casa de su hijo. La casa también era bar.
Entraron y allí se encerraron con ellos. Piden dinero. El alcalde responde que
no tienen nada. Mandan a su mujer a pedir a los parientes del pueblo, y plata y
relojes, todo lo que hubiera de valor. Al poco de salir la mujer, hizo acto de
presencia en el pueblo la guardia civil. Era el cabo Cosme y cuatro números de
Cangas de Onís, con ellos llevaban a un vecino para que les indicara el bar. No
sabían nada. Cuando llegan, el vecino pica, y dice – abre, Julio, que es la
guardia civil.
Fugaos muertos por la Guardia Civil
Abelardo y Josepon subieron las escaleras de la casa para
ver si podían saltar por la parte de atrás, pero las ventanas eran muy pequeñas
y no había manera. Así que bajan y abren la puerta con Jaime Bulnes por
delante. A la vez que abren, disparan; los guardias se ven sorprendidos. El
cabo resulto muerto en el acto, y herido el guardia Felipe Cantobrana. El
indiano hace un quiebro y se les escapa, volviendo a entrar en casa. Los dos
guerrilleros huyen monte abajo. El Rubio y Cándido preparan sus armas; el
guardia herido se arrastró hasta ponerse a cubierto, los otros dos están
petrificados.
El joven Laureano, que volvía con una carga de hierba,
después de oír los disparos sale a inspeccionar el ambiente, y el Rubio le da
el alto en la oscuridad. Asustado no contesta, y el guerrillero le dispara una
ráfaga que lo fulmina. También el padre del alcalde salió al exterior y fue
muerto por el Rubio. Después huyeron monte abajo.
El guardia civil herido, no fue llevado al hospital hasta
el día siguiente. Ya era tarde, acabo falleciendo en presencia de su mujer
encinta, a la que le había mandado una nota, diciendo que lo habían herido,
pero que no era de importancia. La nota la llevo Teresina Cardin,la cartera del
pueblo a la casa del agente, en Villamayor.
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